Se nos hizo de noche, zarpamos en una barcaza en mitad de la oscuridad y donde el patrón
salvaba como podía con una linternilla de mierda los manglares que nos rodeaban, una hora más tarde y en la más absoluta oscuridad llegaríamos a la que sería la isla más bonita
que he visto en mi vida.
Tres intenso días pasamos en esa joya del índico, gente noble y pura encontraríamos allí. En cada calle, en cada esquina se respiraba historia, historia que a veces hace avergonzarnos a los humanos, historia de una ignominia escrita también en Zanzibar e Isla de Goré.
Fotos, muchas fotos, me gustaba lo que veía, la luz, la gente, la arquitectura.
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